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Rosalía de España. Estudio Salpichirri. 2018
#4 Rosalía y nuestro costumbrismo.
Ni tan malamente.
Ni tan malamente, de hecho muy buenamente se ha plantado la señorita Rosalía en lo más high de la música española e internacional. Prueba de ello no son solo los dos Grammy Latinos que acaba de alzar sinó el revuelo que se está montando. Niñas de 14 años y maduretes hipsters de 30 y diez no paran de escucharla y eso tendrá sus motivos.

Por todos es sabido que recientemente acaba de parir lo que ella denomina “su proyecto”, su trabajo final de carrera: El mal querer. Se trata de un álbum conceptual basado en una historia del siglo XIV sobre una relación misógina. Quien dice XIV dice XXI.

Bien, partimos de una mezcla de estilos, de una base flamenca, con matices de trap, pop, electrónica y hasta con presencia de música urbana, motores, cantos gregorianos, bases de Chopin o ritmos de Justin Timberlake.Pero como de música sabemos lo que una influencer de un sofrito nos queremos centrar en hacer un breve y humilde comentario sobre los videoclips e imagen conceptual de la artista.

Todo lo que hemos mencionado sobre su álbum y en concreto sobre sus letras se traduce también a la imagen, a los escenarios, al cromatismo y a las temáticas.
Hablamos en lo que, generalmente, puede definirse como la España profunda que tanto nos gusta y tanto denostamos a la vez. Desde matices taurinos, religiosos, el buen poligoneo y demás quehaceres de extrarradio.

Rosalía en el cuadro costumbrista de José Jiménez Aranda.
Estudio Salpichirri. 2018
El equipo que gira en torno a Rosalía nos traen unas temáticas que, hasta ahora, estaban rodeadas de controversia o simplemente mal vistas. Aparece un remember del mundo taurino -la moto negra Miura, el torero, y ella encima-, el nazareno de Semana Santa -skeiteando en un parque, con una cruz de fondo-, un camión que rueda por el barrio cuya trasera es un escenario donde revive la cantante...

Quizás Rosalía, con el ombligo al aire y llena de oros está presentando el nuevo COSTUMBRISMO del siglo actual, desde otra visión. No cabe duda que existen unos planos con paletas de colores pensadísimas, iluminaciones muy trabajadas y estilismos delicados y elaborados pero también nos muestra una cotidianidad escondida en cada uno de sus “capítulos”. Es decir, dentro de un proyecto complejísimo nos habla en un lenguaje que todos hemos visto alguna vez y, por tanto, podemos comprender. Y a partir de ahí cada una puede sacar sus propias conclusiones. Y es que lo mismo ocurrió en el siglo XIX con las escuelas de pintura costumbrista que, al final, buscan retratar unas acciones propias de una sociedad, en un lugar y en una época.

Desde nuestra perspectiva, nos encanta que se pongan sobre la mesa estas temáticas, que se reivindique su presencia y que se cuestione si están bien o mal, si hay que mirarlas con ojo crítico, si de ellas podemos sacar arte o hacer replantearse las cosas a unos cuantos. Y no cabe duda que eso sí está pasando, Porque ¿quién nos diría hace un año que se está haciendo viral un videoclip que aúna tanta polémica y, a la vez con tanta protesta subyacente?. Es más, Rosalía a día de hoy está, de alguna forma, recuperando una imagen muy estereotipada y encasillada en ciertos entornos y acercando a las millenials una cultura propia de los ‘00 que, como todo, hemos de aprender de ella.

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